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Ciro Quintana: Cimarronaje Neobarroco


Adentrarse en la obra de Ciro Quintana es como atreverse entre bambalinas. Asistimos a una complicada puesta en escena cargada de sorna de la cual el artista nos hace partícipes y cómplices a un tiempo.

Ciro Quintana (La Habana, 1964) es uno de los artistas cardinales dentro de la segunda orneada del denominado Renacimiento Cubano o Nuevo arte Cubano. Su obra, junto a la de Ana Albertina Delgado, Adriano Buergo, Ermi Taño y Lázaro Saavedra, sacudió el panorama artístico y social cubanos en 1986 cuando hiciera irrupción el iconoclasta grupo Puré donde dominaban el kitsch, el arte chatarra, la confusión entre los límites de individualidades artísticas y, por sobre todo, el tratamiento de temáticas directamente asociadas a la vida popular y cotidiana de La Habana del momento. Aunque de corta duración (el grupo se desintegra definitivamente en 1987 para dar paso al desarrollo de las poéticas personales de sus integrantes), el impacto de las desenfadadas y atrevidas acciones colectivas de Puré marcó un hito dentro del arte contemporáneo cubano.

Desde muy temprano en su carrera artística, Ciro Quintana se interesa en el pastiche. Sus obras -muchas veces de carácter instalativo- constituyen sofisticados collages visuales donde el artista gusta de encontronazos culturales y yuxtaposiciones semánticas. Sin lugar a dudas algunas de sus instalaciones cumbres, como “Adiós a las Armas”, VI Bienal de La Habana (colección del Museo Nacional De Bellas Artes, La Habana) y “Pintura político-social”, exposición Kuba ok (colección del Ludwig Forum for international art collection), son paradigma en este sentido.

Su icónica serie “Crónicas de un artista cubano”, en la que Ciro Quintana viene trabajando desde el 2013 y que da título a su más reciente muestra personal, abierta ahora en el Kendall Art Center (KAC), es una de las más prolíferas series del artista. Haciendo uso de la carnavalización, Ciro nos adentra en la tramoya de los vaivenes del arte cubano contemporáneo en tanto ente diaspórico. Para ello Ciro Quintana echa mano de los símbolos más disimiles: mitología grecolatina, pintura renacentista, Barroco flamenco, arte pop, comics americanos, e iconos bien enraizados en la cultura cubana como son el oso, el caimán, el flamenco, el lobo, el venado, y la imagen de la República –resumida en el gorro frigio, entre otros tantos.

La enjundiosa serie, realizada invariablemente en óleo sobre lienzo, destaca en primera instancia por su impecable dominio técnico, siendo justo este savoir faire lo que permite al artista el desarrollo a cabalidad de esta propuesta que bien podríamos calificar como neo-barroca.

El neo-barroco, como bien advierte el insustituible Severo Sarduy en su paradigmático icónico ensayo “Barroco y Neobarroco”, de 1972, se caracteriza –en tanto heredero directo y subversión de su antecedente- por la presencia del artificio (sustitución, proliferación, condensación) y la parodia (intertextualidad, intratextualidad). Condiciones éstas que precisan la propuesta que nos ocupa.

Plagada de citas autoreferenciales que como “filigrana” conectan nuevos significados y proponen nuevos axiomas, “Crónicas de un artista cubano” es un riquísimo pastiche donde la carnavalización deviene una suerte de cimarronaje -al apropiarse el artista de fragmentos icónicos de la cultura occidental que “transcultura” resignificando en un nuevo contexto. Si bien sus pinturas pueden parecer en una primera instancia una incursión “churrigueresca”, el efecto diacrónico al que alude Sarduy en esa ruptura definitiva de la armonía y la homogeneidad es donde estriba la fuerza de esta propuesta.

“Crónicas de un artista cubano” es una madeja harto compleja. El palimpsesto propuesto comprende un sinfín de capas achatadas todas en un primer plano. Esta compresión de la imagen no es gratuita. Reflejo de ese efecto de “glossy skin”, magistralmente descrito por Fredric Jameson, esta compresión responde a la falta de profundidad que caracteriza a la era contemporánea, harto saturada de imágenes e información mediática cuyo torrente no alcanzamos a procesar.

Las pinturas que integran esta serie enfatizan el efecto de teatralidad (representación, parodia, irrealidad) al punto de incorporar el proscenio y los cortinajes como parte esencial del escenario donde se desarrolla la acción. En primer plano asistimos, la más de las veces, a referencias fragmentarias de violentas escenas de caza de la escuela flamenca de pintura del siglo XVII donde la lucha encarnizada entre depredador y presa trabajada en cuidado claro-oscuro y las más de las veces en blanco y negro contrasta con la simulación de papel para empapelado con motivos banales (flores, flamencos, palmas, cacatúas) resueltos en colores planos. Otro de los efectos recurrentes en esta serie es el de la intertextualidad dentro de la misma serie. El uso de la burbuja que enfatiza el halo de irrealidad que anima la propuesta es utilizada en ocasiones como puente para introducir motivos que son a su vez correlato de otras obras. Siendo así, las obras no pueden ser entendidas como entes asilados, obligándonos todo el tiempo al contrapunto entre obras que enriquece la madeja sinfín del conjunto.

La presente muestra incluye tres piezas centrales de la serie “Crónicas de un artista cubano” que son secundadas por otras piezas de menor tamaño (“Detalle de crónicas de un artista cubano”). Estas piezas constituyen abruptos zooms de los cuadros centrales que como caprichosas ventanas nos permiten el acceso a otras historias paralelas apenas esbozadas en la escena central. Compuesta de 24 “detalles” en total, las piezas son rotadas periódicamente para poder exponerlas todas en su totalidad durante la muestra, de modo que no sólo es necesario el desplazamiento espacial sino temporal para la comprensión total de la serie central que da título a la exposición.

“Maravillas y pesadillas del arte cubano” es la otra serie incluida en la presente muestra y en la que Ciro Quintana viene trabajando desde el año 1987. Estos collages donde sobrevive el kitsch inicial de la atmosfera de Puré y la espontaneidad constituyen una suerte de diario visual en el que el artista recoge de modo desenfadado impresiones del día a día.

JANET BATET

Especial/el Nuevo Herald

Janet Batet es escritora, curadora y crítica de arte. Escribe para diferentes publicaciones, galerías y museos.

jbatet@hotmail.com

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